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lunes, 27 de julio de 2009

En las entrañas de ‘Crepúsculo’

Fans fatales, contrabando de acreditaciones, paparazzi menores de edad, sufridas madres solidarias y prodigiosas transformaciones musculares. Todo es posible en el rodaje de Luna nueva, la esperada segunda parte de Crepúsculo. El vampiro Robert Pattinson y su séquito revelan intimidades en el set.

Kristen Stewart y Robert Pattinson, protagonistas de Crepúsculo, en una ilustración de Gino Rubert a partir de su pintura ‘El cazador cazado’. El artista catalán, autor de las cubiertas de la edición española de la trilogía ‘Millennium’, de Stieg Larsson, interpreta para ‘EP3’ el otro ‘best seller’ mundial del momento.
- GINO RUBERT
"Estamos llegando a Montepulciano. El autobús aparcará a las puertas de la ciudad porque el acceso es demasiado estrecho. Haremos parte del camino a pie. Éstas son vuestras acreditaciones de prensa. Tened mucho cuidado con ellas porque os las van a intentar comprar y así fue, por 200 euros— o, directamente, tratarán de arrancároslas del cuello… Las tenéis que devolver cuando acabe la visita”.
El pasado mayo, a los muchos atractivos turísticos de la villa italiana de Montepulciano se sumó éste: durante tres días, en su plaza mayor se iba a rodar parte de Luna nueva, la segunda película de la franquicia Crepúsculo. Concretamente, la escena en la que Bella Swan (Kristen Stewart) y Edward Cullen (Robert Pattinson), heroína y galán de esta historia, se reencuentran tras meses de hiato en su relación. Un motivo lo suficientemente poderoso como para propiciar la peregrinación hasta la Toscana de miles de personas.
“Lo más complicado de todo es tener que lidiar con las ‘fans’. Para ellas no eres un ser humano, eres el vampiro Edward” (Robert Pattinson)

Anna (14 años) espera sentada en el suelo tras una de las vallas que impiden “el paso a toda persona ajena al rodaje”. El sol aprieta y ella se cubre la cabeza con un papel de periódico. Le caen goterones de sudor mezclado con tinta por la frente. Vino hace una semana. Desde Palermo y con su madre. “O venía conmigo o no venía” dice ésta. Son afortunadas: se hospedan en el mismo hotel que el equipo de la película. “Pero no hemos coincidido con ellos en el ascensor ni nada”.
—¿No tienes miedo de que te dé una lipotimia?—
Me da igual. Además, ahí hay una ambulancia.
Es verdad. Está aparcada cerca del ayuntamiento. Atienden una media de tres golpes de calor por día.

Francesca (17) ha tenido menos suerte. Es de Florencia y sólo ha podido venir dos días. Lleva un camiseta con esta frase: “Envié una solicitud para estudiar en Hogwarts” [el internado de Harry Potter] estampada en la parte frontal; y esta otra: “No me aceptaron y me he ido a vivir a Forks con los Cullen” [la familia vampira protagonista de Crepúsculo] en la dorsal. Subida a un árbol, dispara fotos sin parar. Ayer consiguió sacarle una a la furgoneta de cristales tintados en la que está muy segura de que iba Pattinson… “Y ahora déjame, que tengo que estar atenta”.
—¿A qué?—

A lo que sea, imagínate que aparece Robert y me lo pierdo.

“Son como la versión humana de Los pájaros. Están por todas partes, siguiéndote sigilosamente. Y se multiplican”.
El que habla es Wyck Godfrey, productor de las cuatro películas que componen la adaptación al cine de la saga escrita por Stephenie Meyer, cuyos libros están editados en España por Alfaguara. “Pero se portan fenomenal. Son muy educadas. Ellas son las mayores interesadas en que todo salga bien. Sólo quieren formar parte de esto”.

Hay quien quiere más que eso. El pasado 15 de julio, un fan era rescatado tras haberse tirado desde un acantilado de la reserva quiluete de La Push (Washington). Emulaba la escena en la que Bella, devastada por la marcha de Edward, se arroja al mar. Ese mismo día, la comunidad quiluete emitía un comunicado diciendo: “Entendemos el furor de los fans, pero, por favor, que ellos recuerden que estamos hablando de una obra de ficción”.
Crepúsculo
es un fenómeno que se sostiene por sí mismo. “Los libros crearon una base de seguidores que luego la película amplió. Y ahora confiamos en que todo el mundo que fue a ver la primera entrega venga a ver Luna nueva”, continúa Godfrey. En tres palabras: repetir el negocio. Parado en medio de la plaza de Montepulciano, junto a la fuente de cartón piedra que se ha construido a modo de atrezo, el productor le resta importancia al hecho de que esta película se ha rodado en tan sólo 48 días, cuando fue precisamente la falta de tiempo el argumento que Catherine Hardwicke esgrimió para no continuar al frente de la franquicia. Otras voces apuntan que era una “directora difícil”. “Hombre, hay proyectos que tardan menos en concluirse que otros. Luna nueva es uno de ellos. Sólo había que grabar en dos localizaciones: Vancouver y ésta”. Mientras, la tercera parte de la saga, Eclipse, ya ha empezado a rodarse. Finalmente, la dirigirá David Slade (Hard candy). Que J. A. Bayona se encargue de la cuarta parte sigue siendo una posibilidad. Al español se le tuvo en cuenta para Luna nueva, pero no se pudo cuadrar su agenda con la del rodaje. “Si Crepúsculo trata sobre el encuentro del primer amor, Luna nueva va sobre su pérdida. Es bueno contar con distintos directores. Le añade intriga”, añade Godfrey, que no quiere revelar el presupuesto con el que cuenta. “Con la que está cayendo, a nadie le apetece hablar de dinero”, se limita a decir.

—¿Qué hay de los muchos rumores que rodean esta cinta? Se ha dicho que se consideró a Drew Barrymore para dirigirla, que Madonna iba a hacer un papel…
—Estoy curado de espanto. En lo que se refiere a Crepúsculo, ya nada me sorprende. Ni siquiera si, por ejemplo, viniera Spielberg y me dijera: “A mi hija le encanta y quiero dirigir la tercera parte”. Estamos hablando de algo que toca a todo el mundo; siempre hay una tía, una hija o un amigo obsesionado con esta historia.

Como Dakota Fanning, la niña-prodigio que interpreta a Jane, una vampira sin edad. “He leído todos los libros. Imagina cuando me dijeron que tenía un papel en Luna nueva.Y me encanta hacer de mala”, cuenta esta lolita marisabidilla.

¿Y cuál es esa historia? Una historia de amor. Arrebatada y trágica. La historia de amor con mayúsculas. El “chica conoce a chico” definitivo. Ella, Bella, es una humana. Él, Edward, es un vampiro. ¿Se acostarán? Ésa es la pregunta que ha hecho que millones de lectores devoren con fruición los volúmenes de la tetralogía, cada uno proporcionalmente más grueso que el anterior. La respuesta no llega hasta el cuarto. Bella sabe que si se entrega a Edward, éste puede perder los nervios y matarla a bocados, pero él es la encarnación del ideal de novio al que no le importa esperar. En este caso, eternamente. Todo un ejemplo de autocontrol masculino. La metáfora sobre el miedo a perder la virginidad no puede ser más explícita.

Cualquiera que le haya contado un cuento a un niño sabe que éste insistirá en oírlo una y otra vez. Y sin variaciones. La de los fans es una partida que Chris Weitz sabe que tiene ganada. Ellos siempre estarán ahí. Pero también sabe que cada uno de ellos piensa: “Yo podría haber dirigido esta película. Y lo habría hecho mejor”. “No quiero ser recordado como el tío que mató la franquicia. Aunque muy mal tendría que hacerlo, ¿no?”, cuenta Weitz durante el descanso de la comida. Su hijo de dos años, Sebastian, corretea entre sus piernas rezongando porque no le gusta la pasta con pesto que hay en el menú. Vajilla de plástico, café malo, bandejas de autoservicio, familiares que han venido de visita… El ambiente de los rodajes se parece al de un domingo en el campo.
Hoy se va a grabar la ardorosa escena en la que Bella evita que Edward ponga a prueba su inmortalidad. El chico quiere suicidarse exponiéndose a la luz solar. Si está con Bella, acabará haciéndole daño. Si no está con ella, prefiere no estar de ninguna de las maneras. En consecuencia, Robert Pattinson lleva media jornada con el pecho descubierto. El maquillaje se le acartona sobre la piel. “Esto es muy incómodo”, confiesa. “Me siento un poco hombre-objeto. Y no me gusta”. Al final, uno llega a pensar que ser mejor o peor actor depende exclusivamente de que no se note el frío o el calor que estás pasando.
Pattinson lleva un año siendo famoso, pero ya no se acuerda de cómo era su vida antes de serlo. “Lo más complicado de todo esto es tener que lidiar con las fans. Para ellas no eres un ser humano. Eres Edward Cullen, no Robert Pattinson. Cuando hablo con alguna no se da una conversación entre dos personas, sino algo muy raro”. Junto a él, Kristen Stewart espera su turno para ser entrevistada. Se balancea nerviosa pasando el peso de una pierna a otra. “Para mí, lo peor es estar rodando una escena mientras oyes cómo dos funcionarios se pelean en el piso de arriba”, cuenta. La actriz se refiere al hecho de que la ciudad de Montepulciano les ha dejado usar su ayuntamiento como localización. Pero sin interrumpir sus actividades. Justo en ese momento, una pareja de ancianos sale por la puerta trasera. Vienen de renovarse el pasaporte. “Fíjate, aquí que nunca pasa nada”, comenta él.

Pattinson no es el único que se ha pasado toda la película sin camiseta. Taylor Lautner, que interpreta a Jacob Black, el chico-lobo en cuyos brazos se refugia Bella (de manera platónica) durante la ausencia de Edward, ha tenido la buena suerte de haber dado el estirón a tiempo. Ya interpretó al licántropo en la previa Crepúsculo, pero entonces su personaje era un niño. Para la segunda tenía que ser hombre. Si no, le darían el papel a alguien mayor. “Estamos muy orgullosos de Lautner”, dice Weitz. “En un par de meses ha tenido que engordar 13 kilos”. Todos, de músculo. “En Luna nueva, su personaje cobra más importancia. Se convierte en una opción a tener en cuenta por Bella”.

“Sí que hay división entre los fans de Edward y los de Jacob, aunque éstos son los menos”, cuenta Javier Ruescas, estudiante de comunicación audiovisual y fundador de la web de referencia en España, www.crepusculo-es.com. “Cuando organizamos una reunión, siempre viene alguna disfrazada de loba, con la camiseta desgarrada. Pero los vampiros ganan por goleada”. Ruescas habla con conocimiento de causa. Él hizo de Edward en 2007. Antes de que Crepúsculo saltara al cine, rodó su propia versión de esta historia. Lo hizo con una cámara que le prestaron en la facultad y usando la Casa de Campo de Madrid como escenario. Salvando las distancias, ambos proyectos se parecen más de lo que cabría esperar. “Al final, todas las representaciones mentales que podamos tener de Crepúsculo se parecen bastante entre ellas. Me acuerdo de cuando vino Stephenie Meyer a España por primera vez. Organizamos un encuentro con ella y alguien le preguntó: ‘¿Te imaginas que hacen una película?”.

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